Es inconcebible que nuestra precaria sociedad sea nuevamente
escenario de un patético enfrentamiento acerca de la ivermectina en plena
segunda ola. Tenemos profesionales llenos de capacidades e ideas valiosas que
pueden sacarnos de esta doble crisis (sanitaria y económica) y, en cambio, deciden
convertirse en gente rencorosa ardiendo en deseos infantiles por decir esa desdichada
e inútil frase: “¡Yo lo dije! ¡Yo tenía razón!”.
Y es que en las últimas semanas, la ivermectina ha vuelto a
generar polémica entre los médicos: se enfrentan sus “irresponsables y fanatizados”
defensores contra los “dogmáticos de escritorio que nunca han visto a un
paciente en su vida”. En medio de una enfermedad mortal que puede llegar a
afectar a cualquier familia peruana, ¿qué tan responsable es mostrarle a la
opinión pública una pelea entre colegas?
Para sustentar mejor esta crítica debemos ser uno con la
historia de la ivermectina. La ivermectina es un popular medicamento usado
contra enfermedades parasitarias en animales y humanos (desde 1987). De hecho, se
distribuye estratégicamente y a gran escala en África y América para combatir
la oncocercosis (un tipo de enfermedad parasitaria que puede dejar ciegas a las
personas). Esto quiere decir que la ivermectina es eficaz y posee un buen
perfil de seguridad para tratar estas enfermedades parasitarias. Como dato
adicional, sus descubridores ganaron el Nobel de Medicina en 2015.
Pero la historia de la ivermectina para el coronavirus es
diferente. ¿Por qué? Porque el virus es bastante nuevo y no existe el
suficiente conocimiento para afirmar que la ivermectina, aparte de ser eficaz
contra la enfermedad, también sea segura de consumir para los infectados. Son
dos cosas importantes: ¿Cuánta es la dosis que se debe consumir? y ¿cómo me
aseguro que esa dosis en vez de ayudarme, más bien, no va a afectarme?
Entonces, no es tan fácil determinar si un medicamento puede
ser usado en tratamiento. Sería irresponsable que un médico recetara una medicina
sin que el paciente sepa que puede sufrir algún tipo de daño. Pero, ver morir a
la gente por el coronavirus tampoco es una opción.
No llega la vacuna y nos encontramos entre la espada y la
pared. El primer
estudio relevante sobre ivermectina reveló que el medicamento inhibe en
“aproximadamente 5000 veces” al coronavirus, sin embargo, la dosis usada era
muy alta y además este estudio fue hecho solo en células de mono (in vitro),
lo cual no garantiza su perfil de seguridad en humanos.
Lo extraño es que, pasado 10 meses desde el primer estudio, en
Perú casi no existen investigaciones sobre el uso de la ivermectina para
COVID-19. El único
relacionado fue el del IETSI-EsSalud que no encontró utilidad en la ivermectina
en pacientes hospitalizados, sin embargo, no se ha estudiado su función en
profilaxis, ni en la primera semana de la enfermedad (donde dicen sus
defensores que sirve). Siendo Perú uno de los países que más promovió su uso
cuesta entender que exista poca evidencia recopilada.
Mientras tanto, a nivel internacional, los estudios sobre
ivermectina en COVID-19 también son escasos pero van en aumento. Existen algunos
buenos resultados pero todavía no llegan a ser pruebas confiables y
contundentes. Probablemente pasarán algunos meses para llegar a conocer si la
ivermectina es eficaz y segura contra la COVID-19. Hay que recordar que los
pronunciamientos de las empresas e instituciones no son nada si no se muestran
las investigaciones.
Por el momento, se espera que los diversos personajes y
profesionales que coexisten en nuestro país dejen ya la guerrita de apelativos
y puedan enfocarse en promover más investigaciones que acaben, de una vez por
todas, con la polémica acerca del funcionamiento de la ivermectina contra el
coronavirus. ¿Qué esperan?
Por Diego Alzamora
Foto: Andina.
Escrito el 5 de febrero de 2021.
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